La modalidad de trabajo es conjunta: el rol del psicólogo es activo, no solo escucha, sino que trabaja en conjunto con la persona para aportar más claridad al problema en cada encuentro.
De esta forma el psicólogo parte de la idea de que la persona es experta en cuanto al conocimiento de su vida y el terapeuta es experto en guiarla en su proceso de cambio. Ambos trabajan de modo similar al de un equipo de investigación, en el cual la persona aporta los datos (pensamientos, sentimientos y conductas), sus habilidades y conocimientos, y el terapeuta aporta su experiencia y conocimientos especializados. De esta forma, sesión tras sesión el psicólogo y el paciente irán trabajando con todos los aspectos relevantes que permitan encontrar los focos del problema y hallar formas diferentes de actuar.
Este abordaje clínico sitúa a la persona como motor de su propio cambio, ampliando sus propios recursos y habilidades personales y favoreciendo el desarrollo de estrategias más adecuadas para afrontar las dificultades.
