“Dime que expectativas tienes sobre tu pareja y te diré cómo es tu convivencia”

Escrito por Lic. Analía Corti el . Posteado en Terapia cognitiva, vida en pareja

Algunas observaciones acerca de las expectativas irreales sobre la pareja y la frustración que esto genera en la convivencia.

Todos tenemos ciertos mitos y creencias acerca de qué es y que no es una pareja, que se espera de la convivencia, que esperar del otro y de uno mismo; son ideas que se fueron forjando a lo largo de nuestra historia desde que éramos pequeños al ver la relación de pareja que tenían nuestros propios padres y otros adultos. En ese momento nos tocaba mirar y escuchar, a modo de un expectador en una obra de teatro. Cuando decidimos convivir, de repente pasamos a protagonizar la obra y nos damos cuenta de que tenemos en nuestras manos un guión escrito por otros, que muchas veces no coincide con la realidad de la relación ni con el contexto socio cultural en el cual se enmarca la misma, dado que somos otra generación. Y no sólo nos damos cuenta de que nuestro guión ya estaba escrito, sino que el de nuestro compañero también. En ese momento se abre el telón y comienza la función!. Los protagonistas comienzan a interpretar sus papeles y no pasa mucho tiempo hasta que se dan cuenta que cada uno tiene una versión diferente de la misma obra y que para llevarla a cabo es imprescindible ponerse de acuerdo en tomar sólo una versión o escribir juntos un nuevo guión quizás tomando algunos fragmentos de ambas versiones. Aquí es donde comienza el nudo de la obra, de la “verdadera obra”, el director grita corten! y ambos se sientan a un costado para hacer arreglos y negociar esas “versiones y creencias acerca de la relación” diferentes que cada uno tiene en sus manos. Cuando esas diferencias no son tan marcadas, puede ser más fácil consensuar o negociar las vicisitudes de lo cotidiano; por el contrario, cuando las diferencias entre uno y otro son acentuadas o incluso antagónicas, puede ocasionar mayores dificultades si no se está abierto a aceptar otra visión diferente sin que eso conlleve demasiada angustia. A su vez, y a medida que avanzan en las negociaciones, se dan cuenta que no sólo las versiones son diferentes por venir de familias diferentes sino que hay diferencias cruciales marcadas por el género de lo masculino y lo femenino. La versión femenina incluye a un principe azul y una princesa entre sus personajes principales con un despliegue de romanticismo inigualable, donde la princesa para ser feliz depende de la mirada y la valoración de él, de lo contrario, se deprimirá. Además, el príncipe tiene que conectarse con ella de la forma exacta en que ella espera, compartiendo siempre y en todo momento sus pensamientos íntimos. La versión masculina, por el contrario la interpreta un personaje robusto de lucha, orientado a la acción y la independencia, que trata de no involucrarse en sentimentalismos como revelar emociones, mostrar miedo o compasión.

Cuando empiezan a cruzar estos libretos se dan cuenta que el personaje masculino y el femenino no son tan compatibles como pensaban; él tiene pocas habilidades para identificar y procesar sentimientos y ella, serios inconvenientes para valorarse por sí misma dentro de la relación, lo que la lleva a demandarle cada vez más atención y expresión de sentimientos coartando su independencia muchas veces y alejándolo cada vez más.
En lo cotidiano podemos ver cómo muchas parejas que no están precisamente cercanos a la separación, logran transformar situaciones cotidianas en verdaderos problemas de pareja cuando forjan expectativas irreales respecto al gran número de necesidades que su compañero debería satisfacerle; entonces comienzan a demandar de una manera irracional y exigente provocando muchas frustraciones y generando mucha hostilidad, rencor e irritabilidad en la relación. Como pensamos es como sentimos, y si yo pienso con frecuencia en todo lo que mi compañero/a no me da y “debería darme”, probablemente me sienta deprimida, irascible o ansiosa y arremeta contra mi pareja con criticas, reproches y reclamos insistentes acerca de todo lo que “debería” darme y no me da o lo que “debería” ser y no es.

Vamos a mencionar algunas de las creencias distorsionadas que pueden generar expectativas y demandas irreales sobre la relación de pareja:

“Mi pareja me tiene que dar todo el afecto que necesito, en el momento en que lo necesito y de forma espontánea”

“Mi pareja debería atender a cada una de mis necesidades y pedidos, sin que ello signifique ningún esfuerzo”.

“Si me amara, se daría cuenta de todo lo que pienso y siento sin que yo le mencione nada”

“Si me amara me daría todos los gustos y haría todo lo posible para que sea feliz.

“Mi pareja nunca debería enojarse conmigo”.

“Si mi pareja me amara, debería tener ganas de estar siempre juntos”.

“Mi pareja debería ser siempre honesta, abierta y directa conmigo”.

“Mi pareja debería estar siempre de acuerdo en todo”

“Si no me gusta como es, lo/a puedo cambiar”

“Mi pareja debería escucharme cada vez que yo necesite hablar o este de mal humor”.

“Mi pareja debería estar siempre dispuesto a resolver los conflictos, en el momento en que yo quiera hacerlo”.

“Mi pareja debería ser incondicional en todo momento”.

Todos estos ejemplos tienen la particularidad de estar formulados no desde el deseo, que es saludable, sino desde la demanda. La demanda se diferencia del deseo en que es exigente e implica que lo que yo quiero se tiene que dar siempre y en todo momento, y si eso no sucede se terribiliza la situación y hasta se puede llegar a pensar en una posible separación, por sostener erróneamente y de forma irrealista que el otro debe siempre comportarse como yo quiero. El significado que se le da comúnmente a estas creencias distorsionadas, está asociado a que “Si el otro no se comporta como yo quiero, entonces eso significa que no me ama, no me valora o no me respeta” cuando, en realidad, no necesariamente tenemos que explicarlo siempre desde este lugar, no es la única explicación posible. No es realista pensar que el otro debe ser como yo espero, y menos pensar que si eso no sucede es porque no me quiere. La realidad es que el otro no le “debe” nada a nadie y su conducta puede responderse desde otro lugar que no sea sólo desde el desamor.
Darse cuenta de la influencia que tienen estas creencias distorsionadas y expectativas irreales en la vida de pareja es muy importante, dado que pueden generar mucha inestabilidad y llegar a deteriorar considerablemente una relación; de hecho, es una de las principales causas de conflictos en la convivencia en pareja dado que ambos integrantes demandan que el otro debe ser “siempre” y “absolutamente” amable, sensible, dulce e incondicional. El problema es “demandar y creer que es terrible si eso no sucede. Si uno fuera realista no demandaría que el otro se comportara “siempre” de la manera en que deseamos. Desear que el otro se comporte de tal manera no es insano y si no sucede a lo sumo nos sentiremos un poco tristes o apenados pero, el problema es cuando al deseo lo transformamos en una demanda absolutista de que “tiene que serlo sí o sí y siempre”, y la emoción resultante ya no es tan saludable, dado que pasamos de la pena a la depresión, la ira o la ansiedad.

¿Qué podemos hacer?
· Reflexionar acerca de lo que nosotros mismos le damos a nuestra pareja, como le pedimos las cosas, sin esperar que sea siempre el otro el que tiene que entendernos, ayudarnos y ceder ante nuestras demandas afectivas.
· Tener en cuenta cómo esta mi pareja en el momento en que yo le reclamo ayuda, presencia o cariño; no esperar a que renuncie a su vida personal y me coloque en el centro de su existencia; el momento de la interacción no necesariamente tiene que coincidir siempre con mi ahora.
· Responsabilizarme de mis frustraciones personales, sin esperar que el otro le de sentido a mi existencia. Hacerse cargo de uno mismo y procurar buscar la felicidad en nosotros.
· Reconocer que nosotros mismos nos equivocamos frecuentemente, más allá de que mi pareja también lo haga.
· No transformar el deseo en demanda. Es sano esperar que nuestra pareja conecte de la mejor manera posible con nosotros, la idea es no transformar esos deseos y preferencias en demandas absolutistas. No pasar del: “deseo que el/ella fuera de tal manera” a “debería ser de tal manera”.
· Tener presente que una relación raramente puede progresar espontáneamente de una manera mágica si no se trabaja activamente para mantener el vínculo y el afecto con el que frecuentemente se comienza.
· Considerar que muchas de las conductas de nuestra pareja que no nos gustan y que tendemos a personalizar son en verdad consecuencia natural de la forma en que probablemente fue educado por su familia y de acuerdo al género al que pertenece.

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Lic. Analía Corti

Graduada de la Universidad de Buenos Aires. Diplomada en Terapia Racional Emotiva y Cognitiva Conductual (TREC). Certificación Internacional de Albert Ellis Institute de Nueva York. Postgrado en Trastornos de Ansiedad. Asociación Argentina de trastornos de ansiedad (AATA). Asistencia Psicológica en Flores y Microcentro, Capital Federal. Integrante del equipo de Psicología Integradora.
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